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Anónimo
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YUP! canto a valquiria
En una era ya inexistente, de cuando los Dioses caminaban sobre la tierra, un feroz guerrero, habituado al diestro arte del himeneo, se alzaba en la alta mar. En su larga existencia no menos de un puñado de doncellas habían pasado en contra de su voluntad por las partes de este gallardo caballero, quien dedicaba sus días al rapto y al saqueo. Lleno de astucia y de malicia ,con sus facciones toscas y manías, llevaba a cabo la tarea de ir a las villas.
Matar hombres, secuestrar menores y mujeres jóvenes de los pueblos aledaños en las gélidas tierras escandinavas, siendo así que en un día, fue que en sus manos llego a caer una dulce criatura de grandes ojos, suave talle y belleza absoluta, cuyo rostro enigmático, encerraba las más grandes auroras boreales, llenas de misterios celestiales que los Dioses habían dejado a los hombres, con la intención de embelesar la mirada de todo aquel ruin caballero de oscuro porte y deplorables acciones, que resultarían inútiles ante el sátiro vikingo, quien una vez que fue puesta en marcha mar a dentro, sucumbiría ante la prematura noche de bodas deseada por el pícaro bribón.
"Es libre de servirse por donde más guste monseñor- menciono la niña que no aparentaba tener más de once años de edad - que la mar fue hecha para ser navegada por vuestros drakkars, y si podéis surcar por el estrecho canal que os ofrezco, entonces, que sean las mismas valquirias quienes guíen vuestro prodigioso sendero. A lo que el vikingo exclamo:" isad las velas del bergantín, que el viento va de proa a popa, achicar las bombas y levantar los harapos que el rey de las mareas ha llegado, y que sea vuestro prodigioso canal unido por el bifrost entre la midgard y el asgard. Abofeteando con el pene gentilmente las nalgas de la párvula, acción hecha más por humillación que por diversión, prosiguió a introducir su virilidad en la más inmaculada ciudadela infantil, sacudiendo y estremeciendo el cuerpo de la raptada, donde sus cuerpos vibraban al son del choque de las olas, en donde a la lejanía, eran los ojos del voyerista Leviatan quien observaba el acto pederasta. Con lubricidad nuestro tenaz guerrero lleno de vitalidad y furia, inicio el desenfreno a lo largo de cada noche cabalgando al infante nueve días con sus noches en lo largo del solitario camino marítimo, saciando sus viles fantasías hasta el hartazgo, amasando las suaves colinas de carne virginal, donde solo los verdaderos varones con astucia podrían llevar dicha labor sin chistar, ante el reproche de cualquier hombre quien viera con desaprobación el acto de nuestro truhan en el knarr, mismo bribón quien condenaba a los cobardes en vida y tierra de ejercer esta alegre labor cuasi-divina, a las manos de la flagrante luz luciferina del oscuro tártaro, donde moraban en sus entrañas los más oscuros y detestables engendros desviados. Fue así que al atisbo del alba, a primera hora de la mañana, nuestra niña ligera de moral, había desaparecido totalmente de la vista de cualquier héroe, cuál no sería la sorpresa al alzar la mirada en las playas nórdicas y de encontrar en la bóveda celeste llena de la cabalgata valquiriana acompañada de la pequeña dama celestial, quien la noche anterior había sucumbido en las manos de él rufián, dejando su último aliento en el océano, ante el amado desenfreno del sátiro guerrero.